Cuando me fui a dormir la siesta todavía los hombres respetaban sus bosques, el agua del mar estaba limpia y los cielos siempre eran azules. Desperté muchos siglos después, entre el ajetreo y los gritos de humanos que se llevaban mi roble centenario a otro sitio, descubrí que todo había cambiado pero a peor. Me mudaban sin permiso a un lugar llamado Hyde Park en un ciudad llamada Londres.
Aquel sitio no estaba tan mal del todo, era un parque enorme donde las ardillas me contaban maravillas sobre lo fácil que era conseguir comida, las palomas traían todo tipo de jugosos chismes y los pelícanos eran los capos de la cosa nostra entre las aves acuáticas de la zona. De los míos no se oía hablar desde hacía siglos, eramos poco más que una leyenda.
Extrañaba tanto mi antigua casa. Tan tranquila y apacible, junto al cauce de un arroyo transparente. Aquí el aire olía raro, los lagos no estaban cristalinos y el ruido me levantaba dolor de cabeza.
Aun así empecé a convivir con los humanos y con las semanas descubrí cosas muy interesantes.
Había una caseta de madera donde dejan libros para otros humanos, aprendí a leer rápido, no es tan complicado como leer las hojas de los arboles o intentar ayudar a una pareja de cuervos discutiendo.
En una de mis incursiones para ver las novedades fui capturada por una humana no muy cuerda,. Aunque creo que quien la atrape fui yo a ella, aun no lo tengo demasiado claro. Juntas disfrutamos de los cómics, la música y algo que hasta entonces jamas había visto, la televisión. Algunos días Luna me lleva a su casa para ver series y películas. Me encanta Juego de Tronos y detesto todas las pelis con finales apocalípticos que destruyen la naturaleza y las que me hacen llorar.
Sin darme cuenta me transforme en un hada urbanita. Disfruto de conciertos en verano o cine en primavera mientras como palomitas de maíz sentada sobre la rama de cualquier árbol.
Por cierto, aun no os he dicho como me llamo, soy Leah el hada geek de Hyde Park.
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